Peñas del TC: Un fenómeno vigente
Desde la Espumita Quilmeña a la peña de Santiago Mangoni. Historia de este fenómeno que desde los ‘60 sirvió para apuntalar económicamente a los pilotos.
Las peñas del TC son un fenómeno que sigue vigente. Comenzaron a formar parte del Turismo Carretera en la década del ‘60. En tiempos donde predominaba el espíritu amateur y el apoyo publicitario no era el principal sostén como lo es actualmente, se convirtieron en un sólido recurso para que los pilotos reunieran el dinero necesario para poder correr.
A su vez, los integrantes de esos grupos canalizaban su pasión por el automovilismo formando parte vital de aquellos proyectos. Las primeras peñas aparecieron en el interior de la provincia de Buenos Aires, muchos recordarán a la peña “El Gato negro”, la “Autopeña Ciudad de Azul” o a la “Espumita Quilmeña”. Justamente estas 3 fueron las primeras de cientos que se expandieron a lo largo de todo el país.
Cenas, eventos, colectas, bonos contribución y rifas fueron los medios más frecuentes que se utilizaron para reunir el presupuesto, y lo que comenzó como una necesidad se convirtió en una tradición que hasta el día de hoy sigue coexistiendo, aunque en mucha menor medida.
En los primeros tiempos estas organizaciones estuvieron conformadas por amigos y aficionados entusiastas, pero con el paso de los años fueron adquiriendo mayor importancia, al punto que en muchos casos sus integrantes no solo aportaban dinero o se encargaban de conseguirlo, sino que además compraban un auto y elegían al piloto para que los represente en la “máxima”.
Revistas como Coche a la Vista o Automundo le dedicaban a la peñas una sección especial en todas sus ediciones. Esto demuestra la importancia que adquirieron desde sus inicios en el automovilismo.
Como el caso de la peña Quequén-Necochea, que después de contar con varios autos y pilotos, logró mayor trascendencia de la mano de Johnny De Benedictis en la década del ‘80. O el Quilmes Automóvil Club que se formó con gente que había integrado la Espumita Quilmeña y con el paso del tiempo obtuvieron personería jurídica, organizaron carreras y hasta lograron un campeonato de la mano de Jorge Martínez Boero en 1982.
Desde su creación, el QAC fue representado por más de 20 pilotos entre los que se destacaron, además de Boero, Luis Rubén Di Palma, Oscar Aventin, Eduardo Marcos y Fabián Acuña, que fue el último piloto que tuvieron en la “máxima” en 2006.
“Todos los jueves se juntaban 30 tipos en el quincho de un amigo, comían, hablaban de las carreras y con la plata que juntaban bancaban casi todo el auto. La importancia de las peñas era vital, sin ese apoyo muchos pilotos no hubieran podido correr más de 2 competencias”, le contó Carlos Ursich (presidente de La Espumita Quilmeña) a SoloTC.
Las peñas de hoy
En estos tiempos el profesionalismo le ganó absoluto terreno al amateurismo y los pilotos dependen exclusivamente del apoyo de las empresas para reunir el presupuesto. De todos modos hay drivers que todavía recurren a las peñas, los casos testigo son los de Santiago Mangoni y Federico Pérez.
El balcarceño formó su grupo gracias al apoyo de varios amigos que no solo lo ayudan a conseguir el lugar y todos los insumos necesarios para organizar los encuentros, sino que además forman parte de su equipo de trabajo en el taller.
Cuando era chico, Santiago vivió el apogeo de las peñas que en su ciudad representaban a su tío Miguel Ángel, Mariano Calamante y Oscar Erratchu, y en función de sus necesidades económicas decidió probar suerte con este sistema. El balcarceño le confirmó a SoloTC que entre la 1ª y la 2ª fecha del torneo tiene previsto organizar la 1ª peña de este 2020.
“El Correcaminos de Junín” es la peña que formó Pérez en 2013. Además de organizar cenas y sorteos, cuenta con el apoyo de pequeñas empresas de su ciudad que además de participar de los eventos aportan una baja cuota mensual. La 1ª peña del año será a fines de febrero para presentar la Ford Ranger del equipo de Omar Martínez con la que competirá en el TC Pick Up.
Lo recaudado en las peñas no llega a cubrir ni el 10% de lo que necesitan para competir. Sin embargo, los 2 pilotos reconocen que estos eventos sirven también para fidelizar su relación con la gente y de algún modo logran revivir en esas noches al espíritu del viejo TC. La clave es que mantienen viva ciertas costumbres de otros tiempos heredando la magia de una etapa más romántica y mucho menos profesional, una época que muchos siguen añorando.