Jorge Silva: “Ya pasó mi etapa en el TC, es tiempo de mis hijos”
Jorge Silva fue campeón en 2003 participando en la motorización del Dodge de Tito Bessone. Retirado de la actividad desde el 2007, apoya a sus hijos que también son preparadores. Trabajan con Lautaro de la Iglesia en TC Pista y Pancho Bracco en el TC Pista Mouras.
A Jorge Silva (60 años) ya no se lo ve por los boxes del Turismo Carretera con el pelo largo hasta los hombros y su típico sombrero. Un sello inconfundible del especialista en tapas de cilindro que trabajó en el motor campeón de Ernesto Bessone en 2003. En realidad ya no se lo ve más porque en 2007 entendió que su ciclo estaba cumplido, y que era hora de dejarles el lugar a sus hijos Marcelo y Mariano.
Se retiró joven, a los 46 años. Su última participación como especialista en la “máxima” fue junto a su socio Oscar Castellano, cuando ambos atendían el Cherokee del Torino de Patricio Di Palma. Hasta que un día dijo basta. “Le avisé al Pincho que no seguía, le vendí todos los elementos Cherokee y dejé el TC después de casi 20 años. Seguí con el taller haciendo tapas de cilindros y múltiples de admisión, que siempre fueron mi especialidad, pero empecé a disfrutar más tiempo con mi familia”, le contó el especialista a SoloTC.
Su llegada a la “máxima” se produjo en el despertar de los ’90. Formó parte de la “escuela” del histórico preparador Omar Wilke, con quien estableció una sociedad en 1992. “Omar me sugirió tener un taller aparte para especializarme en tapas de cilindros y múltiples de admisión. Fuimos socios hasta el año 1998”, detalló. El taller lo armó en 1993 en Villa Lynch (partido de San Martín), y aún lo conserva.
En ese mismo 1993 celebró el primero de los 6 títulos que acumuló en el TC. Fue como proveedor de tapas y múltiples del Ford de Walter Hernández que corría en el equipo de Jorge Trepat. Luego siguieron el de Juan María Traverso (Ford) en 1999 y los 3 consecutivos de Guillermo Ortelli (Chevrolet) en 2000, 2001 y 2002. Estos últimos 4 como proveedor de Jorge Pedersoli.
Hasta que en 2003 logró su único título como motorista junto a Tito Bessone con Dodge, el primero de la marca en la historia del TC con el motor Cherokee. Un moderno impulsor que había llegado hacía poco más de 8 años para equipar a los Dodge y Torino en reemplazo de los Slant Six y Tornado.
“Recuerdo muy bien la llegada de los Cherokee, porque viví esa época desde adentro. En 1997 Raúl Petrich nos trajo la tapa y el múltiple para que lo trabajemos. Ahí empezamos a renegar, pero fue una etapa hermosa, 100% experimental”, relató Silva a este medio. La trágica muerte de Petrich en Rafaela dejó el proyecto inconcluso. Pero Bessone le dio continuidad y en 1998 se convirtió en el 1º piloto en ganar con el Cherokee.
Luego del título obtenido con Bessone en 2003, Silva fue sumando otros clientes. Durante su sociedad con el Pincho Castellano trabajó con los hermanos Patricio y Marcos Di Palma y Jonatan Castellano, entre otros. Hasta que llegó el final en el 2007. “Coincidió con la época en que mis hijos salieron del colegio técnico y empezaron a trabajar conmigo. A partir de ahí, armaron su propio camino”, contó.
Antes fui un preparador más mediático, un poco polémico. Decía lo que pensaba sin pelos en la lengua. Pero eso también es una etapa superada, ahora estoy en paz con todos. Ya no tengo ningún interés de volver atrás.
Jorge Silva a SoloTC
Sus hijos, Marcelo (33) y Nano (26), ya tienen sus propios clientes: trabajan con Lautaro de la Iglesia en el TC Pista y Pancho Bracco en el TC Pista Mouras. Papá Jorge participa, pero solo como asesor. “Ellos saben que de la competencia estoy retirado. Ya no trabajo en boxes y tampoco voy a las carreras. No recuerdo a la última que fui, habrá sido hace unos 5 años más o menos”, recordó.
De todos modos, sigue muy de cerca los trabajos y se interesa mucho en los motores multiválvulas con los que nunca trabajó en su época de preparador. “Yo soy de los varilleros. Pero estos me gustan, son lindos motores. Lo que sí, en mi época, en el autódromo de Balcarce había un saltito en la recta opuesta y el Chevrolet del Pato Morresi podía llegar a las 10.500 vueltas en el saltito y a 9.800 en directa. Estos motores estarían para girar a 10.000 vueltas, pero por un tema económico no se puede, sería incalculable el gasto”, explicó.
Ese detalle del “saltito” de Balcarce lo retrotrajo una vez más a esa época donde los preparadores tenían más libertades a la hora de trabajar. “Ahora hay que atenerse a un reglamento”, explicó. Asimismo, no pudo evitar plantear una comparación entre el viejo varillero y el moderno multiválvulas.
“Con los multiválvulas hay muchos detalles donde podés encontrar la potencia. Es la suma de muchos medios caballos (sic). Medio caballo de acá, otro de allá… En cambio con los varilleros podías ganar 4 o 5 caballos por año, y a veces quizás los conseguías trabajando en una tapa de cilindros. Hoy esas diferencias ya no existen, son todo muy parejos”, explicó.
A Silva le resulta inevitable viajar en el tiempo. Es que fueron casi 20 años en ese mundo apasionante que es el TC. Aunque los tiempos cambiaron y las nuevas épocas ya no tienen espacio para él. “Los chicos me dicen que yo no hubiera resistido trabajar en el TC de hoy. Porque no te dan tiempo de trabajar ni desarrollar. Acá es éxito tras éxito. Hoy en día el motor no funciona como quieren y te cambian por otro a la siguiente carrera”, afirmó.
Quizás esta podría ser otra de las razones por las que, entiende, su etapa en el automovilismo deportivo está terminado. “Ya no hay forma de verme como antes, tengo un nieto que lo disfruto mucho, tiempo para mí. El TC ya es una etapa superada, pero no me fui enojado ni triste, ni cansado. Simplemente sentí que cumplí un ciclo en mi vida…”.