Juan Gálvez eterno: su carrera debut en el Turismo Carretera
En otro aniversario de su fallecimiento, publicamos un capítulo del libro “Juan Gálvez – El campeón eterno”, escrito por su hijo Ricardo acerca de su carrera debut en el Turismo Carretera.
El 3 de marzo de 1963, Juan Gálvez pasó a la inmortalidad tras sufrir un accidente en la Vuelta de Olavarría. A partir de entonces, el máximo campeón de la historia del Turismo Carretera se convirtió en leyenda. En otro aniversario de su partida publicamos un capítulo del libro “Juan Gálvez – El campeón eterno”, que escribió su hijo Ricardo. En él, repasa la historia de su debut en el TC, el día que comenzó la historia del más grande de todos los tiempos…
El 13 de diciembre de 1941 llegó entonces la primera oportunidad para Juan en las Mil Millas Argentinas. Este evento ya era conocido por él pues en la edición anterior en 1937 debutó como acompañante de Oscar. Esa fue la última vez que los hermanos estuvieron 17 horas y 21 minutos sobre el auto para cumplir los 1.609 kilómetros del recorrido.
El debut implicaba una responsabilidad que asumiría ante todo el mundo, Oscar estaba consagrado y afiliado al clan de los ídolos y era muy fácil fallar en el intento. Por el cual todos estarían atentos a qué papel podía hacer el hermano menor de Oscar. No era lo mismo acompañar qué manejar, y sólo un muy buen resultado podría acallar las críticas, y Juan lo sabía.
A partir de estas Mil Millas el taller no permanecería nunca cerrado, siempre habría un patrón y algún mecánico para atender a los clientes particulares. Jamás se le ocurrió a Oscar pensar que Juan no sólo no volvería a acompañarlo nunca más, sino que sería en el futuro un rival casi invencible.
Esta carrera que formaba parte fundamental de todos los campeonatos, repetía sus destinos: los sábados desde Bernal rumbo a Bahía Blanca (804 kilómetros) y el domingo de regreso con el camino invertido. El relato de Juan en un diario de la época detalla las circunstancias de la carrera. “Tenía semejante responsabilidad frente a Oscar que no podía dejar de reiterarme sus consejos”; ‘cuidá el auto’ ‘andá tranquilo’ ‘escuchá el motor’… También repasaba mentalmente las opciones que Oscar utilizaba ante cada dificultad que se presentaba en la ruta.
En plena ciudad de Avellaneda se largó de noche ante la crítica mirada de las autoridades, mientras Marcelino estaba atento a lo que sucedía junto al auto, doña María en casa, no dejaba de tejer y ni la radio quería escuchar. El azar del sorteo lo colocó desde el 8º lugar de partida, le bajaron la bandera y Juan Gálvez se puso en marcha, fijó su atención en la ruta sin olvidar el espejo retrovisor, por momentos con lluvia había que extremar las precauciones.
Oscar y Pepe Martins hicieron de auxilio sobre la ruta 3 a 500 kilómetros de Buenos Aires. El primer control en Brandsen lo ubicó en el 23º puesto por tiempo y los cuidados parecían ser excesivos. Kilómetro a kilómetro tomaba confianza, se envalentonaba al superar adversarios, se soltaba y afirmaba con el auto. Por Ranchos ascendió al 10º puesto, ya todo lo aprendido estaba a su alcance. Sentía la palanca de cambios como una extensión de su brazo, los pedales parte de sus piernas y el asiento se fusionaba con su espalda. Ya en General Belgrano se ubicó 5º manteniéndose así hasta Azul.
Lo sorprendía el saludo de la gente que lo motivaba pues se sentía reconocido. El afecto expresado ahora no era para los hermanos sino para él. Varios autos habían sido superados pero estas carreras se corrían por tiempos y no conocía su ubicación en la general. Esperó con inquietud la información que le darían en su auxilio al cual se acercaban.
La detención fue mínima, sólo tomaron la información y continuaron en carrera. Augusto López, su acompañante, desenrolló el papel y no transmitió nada, Juan estaba ansioso, pero su acompañante solo repasaba ese papel sin decir palabra. Juan empezó a sentir preocupación y ansiedad, “¿Y? ¿Cómo venimos?” le preguntó.
Pero no hubo, respuesta ni la habría, descubrió entonces que “El negro” como le decían en el taller, no sabía leer… Roberto intentó dar una explicación que nunca encontró: “Nadie estaba enterado que no sabía leer, cuando terminábamos de almorzar en el taller, siempre leía el diario, todos lo veíamos. Pero descubrimos en ese momento que en realidad no leía, sólo lo miraba…”.
Pasando por Tandil ya estaba 4º en los tiempos y 1º en el camino. Desde Coronel Pringles informaron que Juan era el tercero. La llegada estaba cerca y todos los ruidos se amplificaban, aunque las cosas marchaban a la perfección. Enorme fue su sorpresa al ver que, tras su llegada, todos lo felicitaban por su segundo lugar detrás de Fangio. Faltaba el retorno y no había que sobredimensionar este éxito, seguía sintiendo la responsabilidad que le exigiera su hermano y a no olvidar el prestigio en juego.
Al día siguiente a las siete de la mañana, el retorno se puso en marcha. Las respuestas estuvieron más a la mano, podría tomar un poco más de riesgo sin pasar ningún límite. Cada detalle era grabado en su memoria, se superaba, evolucionaba, faltaba poco y pensaba, “es hora de ir a fondo”. Juan respondía a la perfección, el auto también y la gente al costado del camino lo saludaba con euforia, él no sabía que venía ganando el retorno.
Bernal estaba a la vista y la bandera cayó sobre su capot consagrándolo ganador de la segunda etapa, con una diferencia de 5 minutos y 53 segundos sobre Fangio a un promedio de 121 Km/h. Aunque esta diferencia no alcanzó a descontar la de la primera etapa con “El Chueco”. Con sus jóvenes 25 años, este muchacho de Parque Patricios en su primera carrera quedaba en el segundo lugar detrás de Juan Manuel Fangio.
La leyenda comenzaba a escribir la historia y ya no se detendría. Los premios cobrados ascendían a 2.700 pesos que eran equivalentes en la época a 640 dólares. Para saber a cuánto equivalía ese dinero puedo mencionar que en Estados Unidos la cupé que utilizó se vendía en 761 dólares.
Seguramente el resultado sorprendió a su hermano y muchas preguntas habrán pasado por su mente, para Óscar esto era ser “un Gálvez”, pero ¿cuál sería el futuro? ¿Podrían juntos participar en autos diferentes en una misma carrera sin fisuras en la relación de socios-hermanos?
A partir de ese momento el vínculo seguramente ya no sería igual, Juan estaba pidiendo pista y no sólo para manejar. Para la próxima carrera faltaban cuatro meses y esto era tiempo suficiente para repasar lo hecho. Esos meses sirvieron para poner el auto en condiciones, aunque no necesitó demasiado pues el cuidado había sido extremo. El año terminó consagrando Campeón de Turismo de Carretera a Juan Manuel Fangio y a Juan Gálvez con su primer subcampeonato.